Al principio de la pandemia se mencionaba en las noticias a ciertos sectores vulnerables que debían ser apoyados de inmediato ante
las restricciones por los riesgos de contagio, en ningún momento se hizo
mención de los artistas escénicos como parte de esos ‘sectores’. Hemos sido
siempre tan vulnerables que ya ni lo notamos. Tan acostumbrados estamos a ver,
vivir y escuchar historias de precarización en el mundo de la danza que resulta
un tanto difícil identificar la violencia estructural causante de esa
situación, quiénes se benefician con ello y de qué manera.
Hace un año, un artículo de La Jornada elaborado por Fabiola
Palapa Quijas señalaba, desde su título, algo muy sabido por quienes viven de
la danza: “La pandemia evidenció que la danza en México siempre ha estado en
crisis”. No cabe duda, el oficio de ser bailarín es, por lo general, una de las
profesiones más sacrificadas en este país dado el panorama de las políticas
culturales relacionadas al desarrollo de este arte y las dinámicas internas
bajo las cuales se manejan ciertas instituciones enfocadas a su
gestión, divulgación, enseñanza y/o realización.
Además, la danza folclórica en México, a pesar que
históricamente tiene una estrecha relación con el poder desde su surgimiento
como disciplina académica y artística, es vista, inclusive por muchos colegas, como un arte
menor, dificultando aún más que se dimensione el valor real generado por el
trabajo de muchos ejecutantes y su justa retribución.
Sin bailarines no hay danza y, sin embargo, son los últimos
a quienes llegan los recursos para solventar la existencia. Basta ver la
calidad de vida de aquellos directores de casi cualquier compañía, inclusive de mediano o bajo perfil, que lucran con la labor de sus integrantes, y hacer el comparativo con cómo
viven sus principales bailarines para darse cuenta que la brecha en la
repartición de los recursos es abismal.
Ante esto, pareciera que la pandemia ha sido el pretexto
perfecto para extralimitar las condiciones laborales de los bailarines
contribuyendo aún más a su pauperización obteniendo mayores beneficios de
ello. Existen varios ejemplos en CDMX, si no queremos repetir las mismas
degradantes historias es importante documentar los hechos.
El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández al 30%.
Esta agrupación es, a la danza folclórica, lo que el PRI a
la política en México. Llegó el Covid-19 y el dinosaurio sigue ahí en el
Palacio de Bellas Artes. No retomaremos los múltiples señalamientos sobre
corrupción en distintos niveles que se le adjudican al ballet, tampoco las
críticas que desde hace décadas han hecho a su propuesta escénica, tildándola
de complaciente, arcaica, anacrónica y, con el tiempo, hasta mediocre. Lo que
aquí interesa son las condiciones contractuales de sus bailarines y bailarinas.
Ya antes, las Bailarinas Justicieras, perfil anónimo en redes sociales que denunció en su momento los abusos y malos manejos al interior del ballet, evidenciaron cómo es que se dan los contratos para bailarines: firman dos documentos, uno donde se especifica que son becarios (no se les reconoce como profesionales, por lo que reciben un sueldo muy bajo) y el otro, su carta de renuncia sin fecha. De entrada, eso está penado por la Ley Federal del Trabajo.
Seguramente muy pocos saben que, para su regreso a Bellas Artes, sus integrantes han tenido que soportar el peor de los escenarios laborales. A finales del 2020 había esperanzas de regresar, o al menos eso pensaban antes de saber que estábamos frente a una inminente segunda ola de contagios y que regresaríamos a semáforo rojo. Se convocó a ensayos, tres por semana, cada uno de ellos pagado a 60 pesos, con una condición, de faltar a algún ensayo no se les pagaría la semana completa, es decir, 180 pesos semanales para subsistir sin permiso de faltar. ¿Les parece poco?, eso no es lo peor.
Cuando por fin reabrió el Palacio para su regreso, se
condicionó a los bailarines a recibir solamente el 30% de la paga que recibían
antes de la cuarentena. Un bailarín promedio del Ballet Folklórico de México
recibe 400 pesos aproximadamente por hacer una función en Bellas Artes (sí, de lástima), es
decir, que la paga real por su labor con el respectivo descuento sería de 120 pesos, un pago irrisorio dado que el costo del boleto para ver el espectáculo
oscila de los 300 a los 1180 pesos y, en el caso del castillo de Chapultepec,
donde actualmente presentan el programa Navidades en México, la entrada general
tiene un costo de 800 pesos sin cargos. Inclusive, cuentan algunos de quienes
decidieron claudicar ante el penoso panorama que, según, les hicieron pagar su
propia prueba Covid previo a las primeras
funciones de su reactivación.
Además, hay que recordar que la ahora fundación (así es,
hace tiempo cambió de giro misteriosamente) ha estado trabajando dentro del
programa Contigo a la distancia, por lo que se deduce está incluida dentro del
etiquetado del presupuesto a la Cultura o bien, recibe algún tipo de apoyo
económico de esa Secretaría dado que no han dejado de colaborar. Al respecto, comentan
también algunos de sus exbailarines que hay casos en los que, a quienes han dado clases en
línea como imagen del ballet, tardaron bastante en pagarles y que el ingreso
obtenido fue mínimo. Si usted fue víctima de ello o está informado al respecto
hágalo saber y que quede plasmado en su vergonzosa historia.
No es casualidad que en medio de una pandemia y apenas
retomando actividades escénicas se haya hecho una audición para ingresar al
ballet, pues también comentan que hay casos de bailarines contagiados que, en lugar de respaldarlos, les han obligado a renunciar. Tienen suerte que aún haya gente talentosa y dispuesta a soportar
maltratos y explotaciones para pertenecer. Espero el sueldo al 30% ya no sea
vigente. Así que, cuando vayan a alguna función del ballet recuerden, no están viendo
a bailarines profesionales, son solamente simples becarios que han aceptado su condición como elementos desechables.
La CNDF y lo que el tiempo se llevó.
La Compañía Nacional de Danza Folklórica de la maestra
Nieves Paniagua fue una de esas agrupaciones que decidieron reanudar
actividades presenciales a pocos meses de iniciar la pandemia en México, cuando
aún no estaba permitido, sin ser sus bailarines realmente trabajadores del
arte. No importó, regresaron y ya sabemos lo que pasó, se presentaron en cadena nacional y se los acabaron en redes.
Pero no fue en vano, pues fueron beneficiados por uno de eso
programas gubernamentales que da cientos de miles de pesos y/o hasta millones
por Proyectos a la Producción Nacional de Danza. Bastante oportuno recibir tal apoyo en medio de la pandemia. Sin embargo, la fallida dirección, las decisiones inexplicables sobre la gestión de los recursos y las promesas incumplidas que, entre otras cosas, aseguraban una ansiada función en el Palacio de Bellas Artes, ha ocasionado que
la rotación de bailarines al interior sea más acelerada que en otros momentos;
hay quienes se retiraron aún teniendo una beca, otros llegan y permanecen poco
tiempo o, por el contrario, atrajo a elementos antiguos que podrían pasar por
oportunistas. Tanto así que, para su presentación en noviembre pasado para la
Fórmula 1, tuvieron que convocar a otros bailarines, principalmente varones,
para completar el número de parejas que querían mostrar en escena.
Distintas fuentes han verificado lo sucedido. Fueron
insistentes con sus integrantes para presentarse a la firma de documentos que los hacían acreedores al programa. Una vez logrado lo anterior, a cada bailarín se le asignó una beca. La cantidad de
cada beca obedece a un tabulador que hasta el momento nadie ha sabido explicar
con exactitud bajo qué criterios funciona, el monto mayor es de hasta 20 mil
pesos diferidos en un año (una cantidad pequeña tomando en cuenta el tipo de
programa). Cuando comenzaron a realizar los depósitos bancarios se dio a notar
la diferencia que recibía cada bailarín, no solo eso, sino que les pidieron regresar
un porcentaje de lo depositado. Cuando parte del cuerpo de baile preguntó a qué
se debía los directivos contestaron, palabras más, palabras menos, “¿de qué creen que
vive la maestra?”. Tal pareciera que están usando el nombre de la maestra
Nieves, que ya tiene 86 años, para realizar manejos dudosos de los recursos.
Según la página de Ticketmaster, la CNDF tiene programada
una función de gala en el Teatro de la Ciudad a finales de este mes. Tomando en
cuenta que el repunte de contagios por la variante ómicron ha obligado nuevamente
al cierre de restaurantes y teatros en ciudades como Nueva York, no podemos asegurar su realización. De llevarse a cabo, veremos entonces qué frutos han
dado dichos recursos obtenidos a lo largo del 2021 y si se ve reflejado en su
trabajo escénico, o bien, si siguen siendo una compañía en picada.
Prehispánica o el cubano que se sentía azteca.
“Con una puesta en escena de luces, sonido, estructuras
gigantes, acrobacias y baile, llega a la Ciudad de México la puesta en escena Prehispánica,
que se presentará en Xochimilco a partir del 10 de Julio.”
Así anunciaba Comunicación Social de la alcaldía Xochimilco el espectáculo a presentarse en verano del 2021. Al principio fue muy curioso ver al productor dar entrevistas asegurando que estaba hecho para “enaltecer el orgullo nacional”, después fue gracioso que usara varias veces la frase “nuestras raíces” siendo un hombre de origen cubano con rasgos marcadamente caucásicos, finalmente aseveró también que veríamos ‘dioses’ aztecas representados en Xochimilco. Seguramente el productor y demás ‘creativos’ poco saben que los xochimilcas fueron, como muchos otros pueblos, opositores de los mexicas.
Nuevamente un show basado en el nacionalismo más rancio donde los aztecas son los protagonistas del México prehispánico (como si fueran los únicos existentes de ese entonces) para vender un espectáculo ocurrente, evidenciando cómo, cuando no se sabe a profundidad sobre la historia, se puede llevar a escena cualquier cosa, llegando a cometer hasta el ingenuo acto de equipararse con el Cirque du Soleil.
Una vez que comenzaron las funciones, en distintas redes,
algunos usuarios le llamaron plagio. Todo parece indicar
que Prehispánica se desprende de un espectáculo realizado durante el Mundial de
Robótica llevado a cabo en la Ciudad de México en 2018 donde, de igual manera, se hace alusión a la época prehispánica desde el estereotipo que comúnmente se
ha llevado a escena sobre los aztecas, predominando también la danza y la acrobacia.
Comparando vídeos de ambos espectáculos, hasta los elementos escenotécnicos son
bastante parecidos.
Y sí, la historia se repite. Al espectador se le vendía el
espectáculo como una ‘experiencia’, en la que el boleto sencillo tenía un costo
de 700 pesos, y si se deseaba tener acceso al servicio gourmet el costo
rebasaba los mil pesos. Aquí también los bailarines/acróbatas recibieron una
paga menor por función de lo que costaba el boleto para ingresar al área
natural protegida donde se llevó a cabo la puesta en escena. En este caso lo
verdaderamente alarmante fue otra cosa.
Para participar, los bailarines y acróbatas firmaron un
contrato en el que no se especificaba cuánto recibirían por su participación, en cambio tuvieron que firmar, además, un documento de
‘Deslinde de responsabilidad’ a favor, obviamente, de la productora a cargo,
Fractal S.A. de C.V., quedando en total desprotección legal en caso de algún
accidente grave.
De entre lo más relevante que se lee en dicho documento es
que realizarían distintas actividades como saltos acrobáticos, salto en cama
elástica, escalar muros, baile con elemento fuego y colgarse de arnés, donde los participantes aceptan estar informados de los riesgos y
no ser coaccionados a dichas actividades aunque pueda “dar lugar a lesiones
temporales, permanentes, emocionales e inclusive a la muerte, así como daños a
mis propiedades o las de terceros”, reconociendo que están expuestos a tener
lesiones “desde cortes, torceduras, fracturas, quemaduras y traumas de cabeza
a cuerpo” como consecuencia de “desenlaces impredecibles, al interactuar con
cuerpos de agua, aire y animales o fauna marina”.
Al final del documento autorizan a ‘administrar’ a la
Productora la ayuda que considere necesaria para la ‘preservación de la vida’,
dejando en claro que el bailarín otorga “en favor de la Productora, sus
directivos, socios, empleados y comisionistas, el presente y más amplio relevo
de responsabilidad, renunciando desde ahora a entablar acción legal alguna en
su contra”. Ante estas condiciones resulta muy conveniente que algunos de sus acróbatas fuesen artistas
callejeros.
Tal como está la situación con la escasez de empleo, esto
sugiere que el acto de hacer firmar documentos de tal índole y con esas especificaciones, ya es en sí mismo una
coacción a la labor de las y los bailarines, pues en última instancia es un documento abusivo y ventajoso siempre a favor de la Productora. El documento expira en julio del 2022, así
que, de llevarse a cabo otra vez ese espectáculo en alguna otra parte del país,
los firmantes están atados hasta esa fecha.
La titánica labor de dignificar al bailarín.
A finales de este mes se llevará a cabo el Segundo Congreso
Nacional de Danza que busca la generación de empleo y de mejores condiciones
laborales para el gremio, es organizado por el Consejo Nacional de Danza que con anterioridad han implementado diversas acciones como el Plan Nacional de Danza, la Campaña
de Reactivación Económica o el Censo de Danza. Veremos qué temas y cómo se abordan
en las distintas mesas, esperando que dicho ejercicio pueda vislumbrar
respuestas a estas problemáticas básicas a resolver para devolver dignidad al
hacer del bailarín que, como en los tres ejemplos de arriba, tiene que ver, principalmente, con
quienes se dedican a la danza folclórica.
La labor es compleja. Cómo involucrar en estos espacios de
resolución a los afectados de estas situaciones ante la indiferencia y la desinformación de gran parte del gremio, qué acciones deben llevarse a cabo para la
denuncia abierta y amparada de quienes decidan alzar la voz, cómo trabajar la desalienación de bailarines de folclore que habitan esos espacios, tolerando y
hasta justificando estas lamentables situaciones.
Quedan documentados aquí estos ejemplos sobre lo que
pasa con la danza en México en medio de la pandemia, que algún día quien lea
esto se sorprenda de lo que alguna vez fue y ya no es…
Cartel para el Desfile del Día de Muertos 2021. Teniendo un presupuesto de más de 22 millones de pesos para su realización, se lanzó dicha convocatoria en la búsqueda de 'danzantes voluntarios' que aportaran, además, su propio vestuario.