‘Caimanear’ es una práctica normalizada en el mundo de la danza folclórica, aunque no está reconocido por la RAE, es un verbo de uso común que se aplica para señalar a quienes hacen usufructo del trabajo de otros. Se 'caimanea' para obtener una ganancia por la labor de un bailarín además de lo conseguido por gestionar y/o coordinar un evento de danza lucrativo; así, el valor real producido por quienes ejecutan la danza en escena difiere de la paga final que percibe ya que, los ‘caimanes’, quienes poseen los contactos, 'caimanean' sintiéndose en posición legítima de hacerlo solamente por invitar a otros a bailar a sus eventos o, inclusive, caimanean a otros caimanes alargando aún más la cadena de explotación que termina por regentear y malbaratar al elemento principal para que la danza suceda, al bailarín. Caimanear es, pues, explotar la labor de otros bailarines, ser ‘caimán’ es el símil a ser un ‘padrote’ en el mundo de la prostitución, entonces, dejarse caimanear es prostituir la labor propia de ser bailarín.
Hace unas semanas realicé una publicación en redes que
ejemplifica hasta qué niveles puede llegar el ‘caimaneo’, esto a sabiendas del
contexto:
“Si les ofrecieran
bailar con una agrupación de renombre, digamos de la talla de LOS TIGRES DEL
NORTE, solo por mencionar un ejemplo, sin paga alguna ¿aceptarían? y ¿por
qué?... Y si se enteraran que en los Unites sí pagaron al cuerpo de baile y en
México no ¿quiénes creen que sean los responsables?...”
Quise saber sobre los distintos puntos de vista para
comprender por qué sigue sucediendo esto, pareciera que no entendimos nada de
la pandemia ni de cómo impactó al gremio en general. Hubo reacciones
inesperadas, unas un tanto ingenuas y otras con claro uso de violencia, lo que evidenció
la realidad de esta situación en distintos niveles.
Los hechos.
Meses atrás me comentaron acerca de una invitación para
presentarse con Los Tigres del Norte en Guadalajara, se les ofrecía viáticos,
transporte y hospedaje, pero alegaban no había presupuesto para pagarles. No
quise creer que fuese así, quizá había un error en la información, pero no. Lo anterior se corroboró días después por otros bailarines, los detalles eran los mismos, la invitación la realizaba la misma persona, era cierto, un ‘caimaneo’ real de grandes proporciones.
Antes de Guadalajara, Los Tigres del Norte se
presentaron en los Estados Unidos y en el norte del país, ahí sí se les pagó a
los bailarines. Con los comentarios que desató la publicación se
evidenció que la situación era más compleja de lo que
hasta entonces se sabía.
Uno de los supuestos caimanes, quizá el contacto principal,
radica en Colombia, hace danza folclórica mexicana en ese país. Además de llevar a bailarines de CDMX en
condiciones desiguales (algunos comentaron que sí les pagaron, aunque no quisieron
decir cuánto, quizá por vergüenza), trajeron a bailarines colombianos para bailar folclore mexicano, ¿de qué tamaño habrá sido el presupuesto como para pagar
vuelos desde Colombia a Guadalajara y aun así generar ganancias?, ¿la cadena de
caimaneo comenzó con la gente que trabaja directamente para Los Tigres del
Norte o empieza con el contacto en Colombia y de ahí se siguió a CDMX?, ¿por qué no contratar a una compañía de Guadalajara?
Del individualismo al pensamiento colectivo.
La publicación ofendió a varios, principalmente a quienes participaron en dicho evento, es explicable. Las redes sociales son la egoteca por excelencia, con sus muchos filtros y falsedades permite disfrazar la realidad, se maquilla resaltando la superficialidad de las cosas buscando desesperadamente la aceptación y el reconocimiento de los demás a través del “me gusta”. Así, se exhibe en demasía aspectos distorsionados de la vida como paliativo para sobrellevar aquello que no se publica, para negarse al acto del reconocimiento de sí mismos con todo lo desagradable que no logran aceptar. La apariencia en el mundo virtual suele ser engañosa, pero como vivimos en la cultura de la simulación y para pertenecer al club de los elogios, la adulación impera, se hace un despliegue de habilidades para vanagloriar a otros lo que les permite vanagloriarse a sí mismos después, con ayuda de los demás, presumiendo cosas nada honorables, tratando de ocultar constantemente la mediocridad, el horror y la vileza, como si pudiera pasar desapercibida tan fácilmente.
Después de evidenciar los hechos se intentó desviar la atención del
principal problema: pidieron no difamar a Los Tigres del Norte (obviamente
ellos no están implicados), también quisieron dar entender que lo dicho era por
envidia (como si fuera envidiable no recibir un pago justo por tu labor) y, además, mostraron su posicionamiento desde el cual no se alcanza a entender el
panorama real de la situación como un problema colectivo. No son conscientes o
se niegan a asumir que, cada vez que se regala el trabajo y más a esos niveles
de espectáculo, se hace un gran daño porque contribuyen a seguir denigrando el
campo laboral de muchos bailarines y bailarinas.
Actúan conforme al sistema que nos hace egoístas e individualistas,
desde esa posición argumentan que “cada quién sabe cómo se vende”, o que aceptarían
bailar sin paga con tal de “vivir la experiencia” o tener “algo que contar” a
sus descendientes, por eso mismo les resulta desconcertante que se ponga en evidencia la situación. Han sido tocados en la
susceptibilidad del ego, en consecuencia tratan de justificarse y/o agreden dado que, lo publicado en redes es, en la realidad de los hechos, poco presumible, poco
digno y nada honroso.
Pero el señalamiento no es individual, de ser así ya se
hubieran dicho nombres, es una situación que nos rebasa pues solo es un
ejemplo a gran escala de otros casos que lamentablemente suceden con frecuencia.
Si el interés común fuese que la gente de danza viviera dignamente por el pago
justo a su labor, el tema no pasaría al plano personal. Mi interés al señalar
los hechos es que esto no se siga replicando, el ideal que persigo proviene del
pensamiento colectivo, ahí no cabe la envidia, es entender que, si se exige la
correcta remuneración para cualquier bailarín o bailarina, independientemente de las
afinidades, en consecuencia, nos irá bien a todos.
Yo caimaneo, tú caimaneas, él caimanea, todos caimanean.
En tanto pensamiento colectivo, la pregunta final de la
publicación (¿quiénes creen que sean los responsables?...) es retórica. No se trata de señalamientos personales, sino de asumir responsabilidades propias para descifrar cómo hemos contribuido a
las prácticas de ‘caimaneo’ (ya sea por ser caimán o dejarse caimanear) que terminan por impactar de manera negativa en la calidad de vida de muchos bailarines y bailarinas. En ese sentido todos tenemos parte responsable. Verse al espejo no es fácil.
Además, esto tiene efectos desastrosos para la danza en México, desde la renuncia a la actividad dancística de muchos
bailarines talentosos dado el panorama laboral, pasando por la nula consolidación
consciente del ser profesional en tanto la labor genere ingresos, hasta promover
en escena un nivel de ejecución deplorable dado que, quienes regularmente
aceptan bailar en esas condiciones, son bailarines aspiracionalistas que están
muy por debajo de la formación y preparación constante que se requiere para ser un profesional de la disciplina y dar un espectáculo de buena calidad.
Hoy, 15 de septiembre del 2022, Los Tigres del Norte están
anunciados para presentarse en el zócalo de la CDMX como acto principal a
propósito de las fiestas patrias. En esta ocasión ¿se habrá pagado de manera justa y equitativa a todo el cuerpo de baile?,
¿se verá reflejado en la calidad de ejecución?... Al parecer no es así ya que de nueva cuenta participan algunos bailarines que fueron a Guadalajara. No seamos unos
pordioseros de la danza con tal de tener qué presumir en redes, por favor.
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