La danza folclórica, como
actividad artística, agrupa una gran variedad de prácticas diferenciadas entre sí,
denominamos folclore a distintas cosas que bien podrían no tener relación
directa unas con otras y que, sin embargo, conforman un conjunto de perspectivas desde donde se utilizan y son llevadas a escena las danzas
tradicionales y los bailes populares de México.
Su conformación como
disciplina ha dado paso a diferentes posicionamientos bajo los cuales
la danza ha sido estudiada, investigada y escenificada, lo mismo con fines
educativos, artísticos y culturales, que para un uso meramente mercantilista en
su vertiente más espectacularizada dirigida, principalmente, al beneplácito de
las masas y al público extranjero.
Su consolidación está
enmarcada en las pautas históricas que hicieron posible su academización
durante la primera mitad del siglo pasado. Si retrocedemos aún más, es posible identificar que con anterioridad existen destellos de una danza que
intentó, en repetidas ocasiones, hablar por la nación.
A finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, la Revolución Industrial trastocó todos los ámbitos
del desarrollo humano. Lo social, lo político, lo económico, lo cultural y, por
supuesto, lo cotidiano cambiaron drásticamente. La invención de la máquina tuvo
por consecuencia la industrialización de los modos de producción y de la vida
en general, lo que dotó de un poder en crecimiento a una clase burguesa
emergente en oposición de una vasta y desprotegida clase proletaria. Los
intereses económicos burgueses motivaron, en gran medida, la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa que, con sus
ideales de libertad, igualdad y fraternidad, socavaron las bases que
fundamentaban a los gobiernos monárquicos. Posteriormente, esto tuvo sus
efectos en la serie de luchas independentistas que ocurrieron en Latinoamérica.
Las naciones surgieron como una nueva forma de organización política donde el
individuo quedó a disposición de un Estado, de manera legal, como ciudadano. También, la mecanización de la imprenta disparó las nuevas noticias y los saberes. Esto dio
paso a la Ilustración, una corriente intelectual y académica que encumbró la
razón y la ciencia frente a cualquier otra forma de conocimiento. Y entonces surgió un
movimiento artístico y cultural que se opuso a ello, el Romanticismo. Esta corriente de pensamiento que al principio pugnaba por la búsqueda del ‘yo’, con el tiempo
también se dio a la búsqueda del ‘nosotros’ que lo fundamentaba. Se fue
construyendo así un sentimiento nacionalista, la expresión romántica de un ‘yo’
colectivo referido a aquello que brindaba certezas en un periodo de cambios
violentos y acelerados; referido a la herencia, al origen, al sentido de
pertenencia de una identidad compartida. Por eso mismo el artista romántico
terminó por recurrir de vez en vez a la cultura popular como fuente de
inspiración. En este contexto es donde surge la palabra ‘folklore’ como saber del
pueblo.
Tras independizarse de la
corona española, en el territorio que posteriormente tomaría por nombre Estados
Unidos Mexicanos, la danza, siempre latente, fue tomando poco a poco tintes
nacionalistas hasta que, ya entrado el siglo XX, se abocó descaradamente a la
nación.
En el siglo XIX dejó varias
pistas de su conformación. El francés Andrés Pautret, maestro de danza,
representó su Alusión al grito de Dolores
el 16 de septiembre de 1826, obra considerada de índole nacional. El ballet de
los Pautret sentaría las bases del ballet romántico en México.
Otro de los acontecimientos
que ensalzaría las artes populares fue el buen recibimiento que tuvo el
violonchelista alemán Maximiliano Bohrer en 1844, interpretó en el teatro Santa
Ana una obra de concierto titulada El
carnaval mexicano. Esto influyó en otros artistas extranjeros que también
reinterpretaron piezas musicales populares, inclusive portando trajes típicos
nacionales, tal es el caso del pianista Enrique Herz, la cantante inglesa Ana
Bishop o los bailarines Corby y Victroff de la compañía coreográfica de
Hipólito Montplaisir.
Guillermo Prieto, en el
periódico El siglo XIX, dejó algunas
crónicas y textos satíricos sobre la danza que le tocó vivir. En uno de sus
escritos de 1843 se lee: “Yo soy muy
mexicano, me glorio de ello; y un jarabe, un palomo, un fandango nacional, me
saca de mis casillas y me entusiasma: Porque es fruta de mi tierra”.
Una vez finalizada la
intervención estadounidense en México, los bailes considerados propios del país
comienzan a tomar relevancia conforme avanza el siglo. En La historia del baile
de El álbum mexicano, año 1849, se
lee lo siguiente:
“Habiendo
hablado del baile en general, diremos algo del baile en México. No solamente
hemos tenido como nuestros todos los bailes españoles, sino multitud de bailes,
hijos esclusivos (sic) de México, y que se les llama generalmente sonecitos del
país; escluidos (sic), en verdad absolutamente de las tertulias de gran tono,
pero de mucho uso entre el pueblo. El más notable de todos es el jarabe […]
En
el Jarabe, ven algunos barbarie, embrutecimiento, falta de educación; nosotros
lo consideramos simplemente como una costumbre nacional del pueblo de México,
porque es absurdo creer que los trages (sic) y en cierta especie de bailes consiste
el atraso y la falta de civilización de un pueblo […]
La
moda proscribe hoy un baile, y mañana lo ensalza. En este punto no hay más que
capricho, pero ninguna regla.”
Esto es un análisis muy
adelantado a su época.
Así, los considerados bailes nacionales
se fueron posicionando en lo escénico. En 1850, un programa de mano anunciaba
como último número de los bailarines franceses Celestina Thierry y Oscar
Bernardelli, la Polka Independencia y el verdadero Jarabe mexicano, quizá el
antecedente más próximo de lo que sería posteriormente el Jarabe tapatío. En
sus nombres ya llevan el adjetivo que les otorga el carácter de baile nacional.
En El panorama teatral de 1856 se
menciona, acerca de la reconocida bailarina de la época Rosa Espert, lo
siguiente: “En el Jarabe mostró su
inteligencia. El trage (sic), el peinado, los modales y hasta el aire picaresco
de nuestras chinas estuvo perfectamente imitado por la simpática Rosita; la
ejecución fue atrevida, provocadora, incitante, todos jaleaban, todos
aplaudían, todos gritaban y todos parecían entregados con el baile nacional”…
Más adelante, en 1864, Ametta Galleti y Tranquilino Herrera cerraban función en
el Gran Teatro de Iturbide, también con el Jarabe mexicano.
Dos décadas después Porfirio
Díaz ya gobernaba el país, y en su intención de integrar la nación a las
dinámicas capitalistas globales después de las distintas crisis políticas
vividas desde la Guerra de Reforma y hasta iniciar su mandato, se llevaron a
cabo políticas culturales que trataron de proyectar una identidad de 'lo mexicano' a los ojos del mundo. Entonces se creó, en 1884, la Orquesta Típica Mexicana,
actualmente conocida como la Orquesta Típica de la Ciudad de México, un
ensamble orquestal que tiene su antecedente en las bandas de viento que
acompañaban al ejército francés durante el Segundo Imperio Mexicano, teniendo
como propósito recopilar y adaptar música regional asociada al pueblo, como los
jarabes o los llamados sonecitos de la tierra. Así, comenzaron a cantarse y a bailarse
abiertamente muchas coplas populares que hasta ese momento dejaron de ser prohibidas.
El siglo XX llegó con la
Revolución Mexicana, una vez superada su etapa armada, el discurso nacionalista
homogeneizador fue el eje rector para la reconstrucción del país. Ahora sí, la
danza folclórica va trazando más claramente su ruta.
Teniendo como antecedente
los ballets rusos de Diaghilev, los bailes mexicanos siguieron llevándose a
escena, pero ahora con otras repercusiones. La española Tórtola Valencia mostró
por el mundo, después de su visita a México en 1919, una pieza denominada ‘La
zandunga’ en la que interpretaba a una tehuana usando como tema principal el
ahora famoso Cielito lindo. Ella misma describió cómo fue felicitada en su país
por ese número, le preguntaban: “¿Pero
qué son en México tan artistas para crear un traje tan semejante?”, a lo
que contestó: “México amigos míos, es un
paraíso”. Lo que Porfirio Díaz se propuso como presidente comenzó a
consumarse años después de su destierro.
La visita, en ese mismo año,
de la rusa Anna Pavlova también fue decisiva. Bailó el Jarabe en puntas vestida
de china en un número titulado ‘Fantasía mexicana’. La prensa se deshizo en
halagos, González Peña así lo describió:
“Tal
estreno tiene una grande incalculable importancia, por las anchas perspectivas
que abre ante nuestros ojos, por los vastos horizontes que muestra para el
futuro desarrollo de un arte grande y genuinamente nacional.
Ha
estilizado el jarabe. ¡Y cómo! Los dificilísimos, los tremendos pasos, lo baila
en las puntas de los pies. Sin alterar las figuras y las líneas esenciales”.
Ya se identifica aquí una
suerte de esencialismo al referirse a los 'bailes nacionales' que han sido
estilizados. Esto tuvo gran impacto en la escenificación de la danza en México
que se percibe hasta nuestros días.
Durante las siguientes
décadas fueron cada vez más recurrentes las puestas en escena donde el elemento
folclórico fue fundamental para la realización de obras nacionalistas.
Finalmente la danza folclórica terminó por oficializarse con la creación de la
primera Escuela Nacional de Danza en 1932 que desde un inició se dedicó a la
capacitación de profesores que se encargaron de difundir los repertorios en la educación básica. Más adelante, la creación de la Academia de la Danza Mexicana impulsó
el reconocimiento y la consolidación del bailarín de folclore. Así, la danza
folclórica legitimó su tratamiento escénico mediante el campo académico.
A finales de los años
treinta, con la llegada a México de Waldeen y Sokolov, discípulas de las
iniciadoras de la danza moderna Mary Wigman y Martha Graham, se contribuyó a la
creación de una danza nacionalista donde la tradición y la modernidad del
contexto mexicano intentaron coincidir. Mientras que los maestros,
principalmente de educación física, se encargaron de recopilar, registrar y difundir
las danzas tradicionales del territorio mexicano a través del trabajo realizado
por las Misiones Culturales, los coreógrafos académicos vieron en la danza
moderna campo fértil para recrear las danzas mexicanas. Como figuras
representativas de ambas visiones tenemos respectivamente a Marcelo Torreblanca
y a Amalia Hernández; en 1959 ésta última le sucedió al primero de
manera definitiva en el Palacio de Bellas Artes con el actual Ballet Folklórico
de México, antes Ballet México.
Su nombre fue ideado por
Felipe Segura que quiso aclarar el nuevo género de danza que junto con Amalia estaba realizando. "Ballet folclórico", dos palabras extranjeras, una francesa y la otra
inglesa, para designar e impulsar un tipo de danza mexicana. Este formato es el
que rige en la actualidad a la mayoría de compañías de danza folclórica en
México, algunas más estilizadas que otras, pero muy similares en lo
fundamental, en el discurso escénico y en las narrativas regionales sobre ‘lo
mexicano’.
Marcelo Torreblanca continuó
con su importante labor en la década de los 70's y 80's a través del
desaparecido FONADAN, el Fondo Nacional para el Desarrollo de la Danza Popular
Mexicana.
En medio de estos dos
paradigmas de la danza folclórica surge en 1984 el grupo Propuesta, agrupación
liderada por Pablo Parga, que se separa de ambas visiones y propone otras
maneras de escenificar el folclore mexicano. Se alejó de los modos escénicos
tradicionales para demostrar que otra danza folclórica es posible. Esto dio paso a la corriente denominada folclore experimental.
Con el nuevo siglo, la danza
sube un nuevo escalón en su reconocimiento como actividad profesional al surgir
las primeras licenciaturas en danza folclórica. Hasta aquí el camino no ha sido
corto ni lineal.
Y así nos agarró el cambio de milenio. Hoy por hoy la danza folclórica habita distintos espacios. Los diferentes estados de la republica han desarrollado ya, y con muy buenos resultados, su propia danza folclórica alejada de las primeras representaciones formuladas desde el centro del país. Con ello, también se han multiplicado las instituciones y organizaciones en torno al folclore mexicano. Actualmente existe una cantidad importante de institutos de investigación, asociaciones, compañías, ballets, propuestas experimentales, espectáculos temáticos y escuelas que abordan la danza folclórica mexicana desde sus propias trincheras.
¿Cuál es la historia de cada una de estas instancias?, ¿qué información disponible hay al respecto?, ¿cuáles son las redes de comunicación establecidas entre ellas?, ¿cómo contribuyen a la consolidación de la danza folclórica como objeto de estudio y disciplina?, ¿qué tanto sabemos de su existencia?... Como diría César Delgado, hace falta una Historia de la Danza Folclórica Mexicana.
Bibliografía sugerida.
Anderson, Benedict (1993). Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica, México.
Aulestia, Patricia (2011). Despertar de la república dancística mexicana. Ríos de tinta. Arte, cultura y sociedad editores. México.
Berlin, Isaiah (2015). Las raíces del romanticismo. Taurus. Madrid.
Cardona, Patricia; Ramos, Maya (2002). La danza en México, visiones de cinco siglos. CONACULTA, INBA. Escenología A.C. México.
Hobsbawn, Eric (2009). La era de la Revolución 1789-1848. Grupo Editorial Planeta. Buenos Aires.
Montoya, Luis; Medrano, Gabriel (2016). La música norteña mexicana. Universidad de Guanajuato. CONACYT. México.
Palti, Elías (2003). La nación como problema. Los historiadores y la “cuestión nacional”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
Parga, Pablo (2004). Cuerpo vestido de nación. Danza folklórica y nacionalismo mexicano (1921- 1939). CONACULTA FONCA. México.
Buena información.. sólo que no menciona ni los más elementales investigadores de campo de nuestro folklore..Marcelo era investigador de escritorio y de festivales pueblerinos.. Amalia por su parte recibió el apoyo de un presidente con el que tuvo estrecha relación, recopiló información Muy valiosa de danzas y bailes de muchas partes del país, sólo para destruir su valor tradicional y rasgo original, para hacer presentaciones de tablas rítmicas "bonitas" con musica modificada por sus asesores. El verdadero folklore del pueblo ése que nace de la espiritualidad, de la creencia,de la fé, del gusto y del amor, sigue luchando por sobrevivir en espera de verdaderos investigadores que sepan valorar la mística de tan hermosas manifestaciones culturales, con el fin de concervarlas y darlas a conocer..
ResponderBorrarComo el título del texto lo dice, únicamente realicé un breve repaso histórico explicativo que diera cuenta de cómo se fue construyendo lo que conocemos actualmente como danza folklórica. Hablar de la Historia de la Danza Folclórica, es decir, de lo que ha sucedido una vez que fue consolidada hasta nuestros días, daría para varios libros y sacaría a relucir infinidad de nombres. Saludos.
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