viernes, 25 de septiembre de 2020

La Compañía Nacional de Danza Folklórica en el centro del odio folclórico nacional

Vivir en una sociedad que históricamente se ha caracterizado por sistematizar la violencia nos hace susceptibles de padecerla y, al mismo tiempo, nos coloca en posición de ejercerla con facilidad, no precisamente como un acto premeditado sino más bien como consecuencia de su normalización. Así, es posible que surjan corrientes de pensamiento encaminadas a reproducir discursos de odio y que, básicamente, se sustentan en imaginarios sociales sobre el ‘deber ser’ que poco tienen que ver con lo real, imposiciones forjadas culturalmente que, desde el ejercicio del poder, limitan nuestro campo de acción y pensamiento. De ahí que la lucha de la comunidad LGBT, del movimiento feminista, de las organizaciones que buscan a los desaparecidos o los levantamientos indígenas en defensa de la tierra coincidan en hacer evidente cómo se configuran y se interrelacionan las violencias de las que son víctimas, desde aquellas cotidianas casi imperceptibles hasta las que engendran grandes tragedias como el Holocausto.

En los usos y costumbres de la danza folclórica también se gestan microviolencias que nos incumben y afectan a todos, regularmente se ejercen haciendo señalamientos alejados de cualquier examen crítico de los hechos y suelen incitar más a la denostación o al linchamiento que a una reflexión oportuna del hacer dancístico.

Para ejemplificar de qué hablo recurriré a compartir experiencias personales, momentos incómodos que me hicieron sentir vulnerado, ya con el tiempo entendí que había sido víctima de estas pequeñas violencias.

En una ocasión sugerí reestructurar una danza para fines escénicos con la intención de cumplir con los tiempos estipulados para su representación, recibí una respuesta tajante: “no se puede porque pierde su esencia”. Cuando quien está al frente dice algo parecido ¿qué se puede hacer para entablar un área de entendimiento?... No mucho, así que ordené las ideas para comprender lo sucedido y externé los cuestionamientos a mis buenos maestros… ¿A qué se refieren cuando hablan de la ‘esencia’?, ¿cómo la vemos?, ¿bajo qué parámetros la identificamos?, ¿cómo se determina de manera objetiva que una danza, sacada de su contexto, aún conserva su ‘esencia’?, ¿con qué fin se intenta resguardar la ‘esencia’ de algo que no nos pertenece?... No obtuve una respuesta concluyente o explicativa al respecto, sin embargo hicieron que me diera cuenta de algo más: cuando se recurre a términos ilusorios o desdibujados en cuanto al conocimiento de un baile o una danza, como la ‘esencia’, no es posible diferir. El propósito era anularme, no dialogar.

Una vez tomando clase de técnica con una malhumorada profesora, nos indicaba de manera recalcitrante, “estás mal, así no es”, y en lugar de explicar, corregir o buscar una ruta distinta desde donde pudiésemos entender cuál era el error, se limitaba a seguir repitiendo esa frase, cada vez más subida de tono; como bola de nieve crecía la tensión en el ambiente incrementando a su vez los bloqueos para el aprendizaje. No entendíamos qué hacíamos mal y ella se mostraba más sulfurada que nunca. Decir abiertamente que alguien está equivocado de manera hostil y sin explicar por qué, imposibilita cualquier tipo de aprendizaje que pueda surgir del error.

Hablar francamente sobre ciertos temas que pueden resultar incómodos dados su procedencia y veracidad o que inviten a cuestionar el ejercicio del poder de ciertas élites de la danza o de círculos hegemónicos amparados por alguna institución, también me ha colocado en riesgo de violencia. Desde debates donde el tema central da un giro curioso para establecer juicios de valor personales aún sin conocerme y por ende sin saber de qué trata mi trabajo, hasta bailarines empíricos que retan a partir de la comparación en el intento de desprestigiar, pasando por actos para obstaculizar mi labor, me ha tocado vivenciar diversas situaciones en las que, para no contribuir a la cadena de microagresiones, he recurrido a un ejercicio autocrítico para dar la vuelta al asunto y desde una nueva perspectiva defender o corregir mi postura, según amerite el caso. No es fácil. Este tipo de violencia tiende a volverse cada vez más personal cuando nos colocan, a propósito y sin razón, en el centro del escarnio público.

Estos ejemplos sirven para darnos cuenta cómo la escalada de violencia se construye desde este tipo de experiencias particulares comunes hasta amplificarse en discursos de odio como el que se ha desatado recientemente en contra de la Compañía Nacional de Danza Folklórica (CNDF). Del "ya le quitaron su esencia", "eso no se baila así", "desvirtúan la danza", al "ojalá les de covid", "quémenlos", "parece gusano", hay un solo paso.

Sus presentaciones en Heraldo TV han dado pie a un sinnúmero de muestras de rechazo y repudio a su trabajo por la falta de relación con lo que actualmente se hace en cada estado. No vamos a replicar aquí los amplios comentarios más agresivos, muchos con clara violencia hasta el punto de ser vergonzosos. Lo que intento explicar, a manera de hipótesis, es de dónde provienen estos ataques, qué nos quiere decir sobre cómo se ha construido la danza folclórica y de cuál es la situación actual de la CNDF.

Hay un tipo de odio que nace de los nacionalismos, cierta xenofobia contagiosa desde donde la violencia es proclive de volverse ideología, como por ejemplo el nazismo. La danza folclórica mayormente conocida es, precisamente, nacionalista; desde un inicio se le adjudicó la pretensión de representarnos como nación. Así nos presentaron a una china poblana con los colores de la bandera y lo aceptamos, reagruparon un mariachi vestido de charro al que le agregaron trompetas y nos convencieron, nos enseñaron a sentirnos orgullosos de un pasado indígena imperialista carente de relación directa con los indígenas vivos y nos la creímos, así como creemos que cada repertorio de la danza folclórica mexicana representa per se a un estado en cuestión, aunque mucho de ello haya pasado por varios filtros o simplemente sean inventos que no siempre corresponden con la diversidad cultural de cada territorio.

Desde este punto de vista podemos señalar cómo es que, en ciertos sectores, la crítica para quienes hacen danza folclórica se ha banalizado hasta transformarse en expresiones violentas. Si nos enseñaron que un cierto género dancístico ejecutado de una manera específica nos representa por haber nacido en tal o cual estado asignado, y eso lo hemos adoptado como muestra de lo que somos al mundo, eran de esperarse las reacciones de disgusto al no coincidir lo que han aprendido con lo visto. Esto podría ser consecuencia de aquello cimentado en el engaño. Pablo Parga ya nos había advertido: “El tiempo se ha escapado tratando de encontrar nuestras raíces para saber quiénes somos. No nos damos cuenta que ya nos están talando".

El danzante no es de la patria, por lo tanto su danza tampoco, pertenecen a un tiempo y a un espacio suyo, construido desde su corazonar, pensamiento y labor, pertenecen a una comunidad, a un grupo, a una familia. Así también nosotros pertenecemos a algo que no está precisamente contenido en los repertorios.

El nacionalismo folclórico ha impedido entender la danza desde lo que somos, se ha dejado de lado su carácter autorreferencial en pos de la nación. Hemos sucumbido al sentimiento de pertenencia y al imaginario sobre ‘lo mexicano’ que proyecta la danza folclórica, pero no sabemos, en lo particular, quiénes somos ni de dónde venimos; defendemos raíces sobrepuestas y no somos capaces de reconstruir nuestro propio árbol genealógico dancístico más allá de nuestros familiares vivos. La historia oficial ha ocasionado que asumirnos mestizos represente, en lo general, el resultado de una mezcla de lo español con lo indio cuando quizá, después de todas las culturas del mundo que han llegado a lo largo de la historia a este país, probablemente no exista rastro de ese ADN en nuestra sangre. Defender los repertorios a ultranza puede significar que estamos defendiendo la suplantación de una identidad a costa de lo que realmente somos. Un tipo de violencia cultural que ha engendrado otro tipo de violencia más directa. El nacionalismo que ha sustentado a las grandes compañías de danza folclórica ahora, en términos de representatividad, se vuelca en su contra.

Bajo un sentimiento de representación regional, derivado de la danza folclórica nacionalista, aprendimos a defender los repertorios como inmutables e inamovibles, hecho que le ha pasado factura a la CNDF, no solamente por los señalamientos de los cuales han sido objeto, sino también como una de las causas de su decadencia. Han pasado por alto que la danza también cambia conforme cambia la sociedad.

La falta de actualización y la política de no permitir que nadie más que los que se han formado desde su interior puedan dirigir la compañía (otra vez cierta xenofobia, como rechazo a lo externo), ha ocasionado una serie de problemas acumulados con el pasar de los años que, dejando de lado los comentarios violentos, también se ha puesto en evidencia a través de las redes.

Quienes han dirigido la CNDF desde que el profesor Vallejo dejó de hacerlo hasta quienes hoy se encuentran al frente, han intentado mantener intactos los 'cuadros' cual si fueran objetos, no tomaron en cuenta que hasta el objeto mejor cuidado tiende a erosionarse después de cierto tiempo. Los repertorios se perciben ya deteriorados e indefinidos, lejos de cualquier crítica en cuanto a su ejecución y en el entendido que, como todos, van retomando actividades presenciales después de una importante pausa, es evidente que los cuadros de la compañía han sufrido una suerte de desgaste hasta devenir en un anacronismo del cual ahora son víctimas.

Hace unos días el INBAL subió a redes el vídeo del 40 aniversario de la CNDF en el Palacio de Bellas Artes del 2015. En este material se puede observar que desde hace varios años acarrean problemas de dirección, también los usuarios en redes han hecho hincapié en ello. Si bien es notoria la buena condición física y la voluntad de los bailarines en escena para poder realizar un programa así de extenso y con esas exigencias, gracias a las distintas tomas se ofrece suficiente material para identificar los detalles técnicos. Resaltan los bailarines que tienen carencias básicas formativas de quienes los sustenta una preparación más formal, muy a pesar de que ejecutan los repertorios en automático consecuencia del repaso constante, son evidentes los problemas en los cambios de peso, la falta de claridad en el zapateado, la ausente relación del cuerpo sobre sus propios ejes, una conciencia corporal difusa, los torsos descolocados, coreografías imprecisas, dificultades en el faldeo, pisadas hechizas, pasos incompletos, noción débil de musicalidad y ritmo, etcétera. Pareciera que, a pesar de tener ensayos constantes de lunes a viernes, no saben cómo preparar a sus bailarines más allá de las necesidades de sus propios repertorios.

Si quienes están al frente no cuentan con una preparación suficiente además de lo que aprendieron ahí mismo, obviamente se verán rebasados ante los nuevos conocimientos: métodos de enseñanza-aprendizaje, herramientas coreográficas, formas de gestión, recreación de los repertorios, nuevas investigaciones y demás; todo eso soslayado a la vista de un renombre que obtuvieron hace muchos años y que hoy por hoy ya no se sustenta en su actual trabajo.

Visiblemente la CNDF ha perdido presencia y vigencia. Desde los comentarios que permiten entrever que hay quienes apenas tienen conocimiento de su existencia, hasta aquellos que se han preguntado cómo es que tiene el carácter de ‘Nacional’ dado el trabajo mostrado, se ha cuestionado su razón de ser, nombramiento y legitimidad.

Este problema se profundiza cuando se promueven en medios bajo la siguiente información:

“La enseñanza de las danzas a los bailarines tiene una peculiaridad, pues además de ser montadas por experimentados coreógrafos en bailes regionales, también lo hacen los propios lugareños, ellos enseñan a los chicos cómo es que se baila en su región, a fin, de que conozcan el origen de la danza.”

A todas luces esto ya no tiene correspondencia en el presente, quizá así fue en otra época. Aquí tenemos otro problema. Es notorio en los mismos vídeos de Heraldo TV que, cuando explican de qué trata lo que bailan, desconocen de lo que hablan, recitan líneas aprendidas previamente que, además, parecen datos tomados al azar de internet, no da la impresión de que sus fuentes sean confiables. Si dicen que lo que bailan representa a cierto estado y que la indumentaria que visten es la correspondiente al lugar referido en plena transmisión televisiva, sin contextualizar los tiempos de su creación y especificar que ha sido adecuado para fines escénicos de la compañía, exponen a sus bailarines en total desprotección… ¿Sabrán qué es lo que bailan?, ¿por qué bailan?, ¿para qué lo hacen?...

Seguramente se han visto afectados, es importante recalcar que nada de lo aquí expuesto es personal, considero totalmente reprobable el despliegue de violencia exacerbada en redes de la que han hecho eco e incentivado páginas oficiales de contenido informativo. Su imagen ha sido menoscabada, ¿qué nuevos talentos podrán captar ahora después de tal exhibición?... Quizá sea momento de regresar a sus orígenes, cuando formaban bailarines desde cero, muy jovencitos, generaciones enteras a las que la CNDF les cambió la vida y los llevó a conocer el mundo. Y quizá también, a partir del recuento de los daños, decidan al fin renovarse.

Vivir de glorias anteriores o anclar su renombre en tiempos pasados sin darle continuidad en el presente, tiene sus consecuencias. De no resolver sus problemas la CNDF seguirá fagocitándose a sí misma hasta desaparecer. Si eso sucede se llevará consigo parte de la historia de la danza folclórica de nuestro país sin vislumbrarse, por lo pronto, alguna iniciativa para reconstruir los hechos que le dieron vida y logros más allá de los datos fríos. Hasta aquí he sido cuidadoso de mantener al margen el nombre de la maestra Nieves, que ya era reconocida por su labor en la danza desde antes que se creara la compañía, no por nada fue la primera directora de la Escuela Nacional de Danza Folklórica. Ella ya está más allá del bien y del mal, seguramente ni enterada está de los acontecimientos, y es lo mejor, ya trabajó toda una vida, justo es dejarla en paz.


La CNDF en Heraldo TV, septiembre 2020.

martes, 15 de septiembre de 2020

85 Aniversario de la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello

La presente carta fue redactada el 5 de noviembre del 2017, un día antes de la función del 85 aniversario de la Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, momento en el que se sentía cierto aire febril por los festejos, una emoción compartida por la culminación de un trabajo que sería presentado en el Palacio de Bellas Artes. Que quede como constancia del tiempo que nos tocó vivir.

Carta abierta a la Comunidad Nellie:

El día de mañana bailaremos algunos alumnos y egresados en el Palacio de Bellas Artes con motivo del 85 aniversario de nuestra Escuela Nacional de Danza Nellie y Gloria Campobello, me he atrevido a escribir las siguientes líneas con miras a toma de conciencia del lugar donde estamos y el papel que desempeñamos.

El Palacio de Bellas Artes fue, en su momento, sede de la Escuela Nacional de Danza, la albergó en su tercer, cuarto y quinto piso, y su escenario principal atestiguó las funciones demostrativas que evidenciaron su trabajo por varios años. Ahí, en el referente histórico de las artes más importante de nuestro país, ahí fue nuestra casa. Regresamos pues al lugar que históricamente nos corresponde.

Que mañana el INBAL se acuerde que somos su antecedente inmediato, quizá por eso le sea difícil vernos como una de sus escuelas hijas, ¿cómo puede ser hijo tuyo algo que ha nacido antes que tú?... que al danzar en Bellas Artes se reaviven los recuerdos de generaciones pasadas, que rememoremos cuando la Escuela Nacional de Danza participó en su inauguración, porque también existimos antes que el Palacio.

Que cuando se abra el telón no solo se hagan presentes Gloria y Nellie... que se aparezcan Hipólito Zybine, Carlos Mérida, Felipe Segura, Martín Luis Guzmán, Linda Costa, Josefina Lavalle, José Clemente Orozco, Manolo Vargas, Blanca Estela Pavón, Marcelo Torreblanca, Enrique Vela Quintero, Nellie Happe, Pablo Moncayo, Diego Rivera, Roberto Ximenez, entre tantas otras figuras reconocidas que contribuyeron al trabajo de nuestra escuela y que son parte de su historia, de la historia que seguimos construyendo.

Que sepamos que es la primera institución oficial en plantearse la necesidad de sistematizar la enseñanza de la danza, con todo lo que eso signifique, y que por lo tanto es el primer referente institucional que coloca al maestro de danza como un profesional en la enseñanza de este arte en nuestro país... Que se sepa que después de 85 años sigue consolidando su oferta educativa, ahora como Licenciatura en Educación Dancística... Que este tipo de oferta educativa nos coloca en posición para ser contrapeso de este México violento, machista, clientelar, corrupto, homicida, y que nuestra labor como educadores a través de las artes no debe ceder ante la devaluada imagen del docente que han creado nuestros gobiernos en turno... Con mayor razón nos corresponde permanecer como acto de resistencia.

Que las ganas de ser mostradas en escena sea un llamado de atención para aquellos maestros conformistas, de quienes esperamos más, de quienes aún creemos que pueden darnos más... Y que también sea nuestro danzar reivindicación y reconocimiento para aquellos maestros que a pesar de todo mantienen viva su vocación y hacen de cada clase un compromiso de enseñanza y dedicación.

Que mañana no nos dejemos seducir por el ego, es más, menosprecien a quien aquí escribe... hagamos a un lado las pretensiones del 'yo' para conformar un 'nosotros', en el entendido que no hay competencia, la danza suma, no resta... reconozcámonos con todas nuestras diferencias como comunidad, pues de aquí somos y de aquí seremos... una vez egresados así nos identificarán y así seremos señalados: "es de la Nellie".

Que esta función haga eco y llegue hasta donde se encuentren Cristina Belmont, Silvia Lira y Claudio Niño Cifuentes, responsables del secuestro, desaparición y muerte de Nellie. Que se enteren que sabemos lo que hicieron y que a pesar del daño hecho, la Escuela Nacional de Danza sigue en pie y tiene mucho para dar.

Que estos festejos resulten, además, una revisión de nuestras fallas, de los usos y costumbres a desterrar, de nuestro potencial oculto de acción y cambio, de las carencias y aciertos, de los vínculos a fortalecer y las dinámicas inservibles a modificar. Que seamos capaces de ser autocríticos antes de señalar a los demás, y que a partir de ahí nuestra labor sea más auténtica y colaborativa.

Que justo antes de la tercera llamada estemos seguros que las expectativas y las emociones estarán compartidas también por nuestros maestros, que seguramente estarán ahí respaldándonos con su mirar, observando cómo nuestros cuerpos hablan también de su labor... Que nuestro danzar también sea de agradecimiento para todos ustedes: Valentina, Paloma, Javier, Christa, Eloisa, Lino, Julio, Carmen, Norma, Rocío, Sol, Clarissa, Bárbara, Omar, Gabriel, María Elena, Nadia, Eustorgio, Aarón, Leticia, Rosario, Penélope, Jessica, y todos los demás que me hayan hecho falta...

Que estos 85 años, que no son pocos, los llevemos a cuestas, no como una carga de peso agotador, sino como impulso para mostrarnos tan honestos en escena como nos sea posible... Pues como diría Josefina Lavalle, la Escuela Nacional de Danza es tradición y punto de partida, que mañana al danzar el mensaje sea certero y contundente...

Y que al terminar la función, después de mostrarse las tres orientaciones con sus características propias, dejemos claro, que finalmente, la danza es una... Que sea pues, la mejor de las funciones para todos.

"Que baile todo conmigo cuando bailo,

que baile mi pasado y mi futuro.

Todas las veces que no pude bailar

que baile cuando bailo.

Que bailen mis recuerdos con mis huesos.

Que bailen los recuerdos de mis huesos.

Y mi dolor que también baile con mi dicha.

Que baile todo conmigo cuando bailo."

 

-Lucas Condró-


 

En la foto, las hermanas Campobello, Gloria vestida de china poblana y Nellie de charro, ejecutando el Jarabe tapatío en 1932, año en el que surge la primera Escuela Nacional de Danza. Fuente: Archivo de Alberto Dallal. Fotografía digitalizada por la Revista Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

jueves, 3 de septiembre de 2020

"Folklor Espectáculo", el reality que no es reality.

 

Para todos los que nos dedicamos a las artes escénicas la pandemia ha sido un duro golpe que cambió radicalmente nuestras actividades habituales, no solo tuvimos que parar y ponernos en confinamiento, además hemos lidiado con la incertidumbre de saber cuándo regresaremos y en qué condiciones.

Al principio no imaginábamos que esto duraría mucho más de lo deseado, así que había un ánimo de no querer parar, de pensar la cuarentena como una simple pausa de la que retornaríamos pronto, por lo que de alguna manera la danza folclórica continuó. Las escuelas y agrupaciones adaptaron sus clases a distancia, muchos profesores compartieron su danza en transmisiones en vivo y los bailarines mostraron sus entrenamientos y coreografías en redes sociales. Tal pareciera que tener visibilidad en esos medios fue paliativo para sentir que de alguna manera seguíamos estando presentes.

Más adelante, cuando la cuarentena daba síntomas de ser más extensa de lo que se pronosticó en un principio, la danza continuó a manera de acompañamiento en el encierro. Las compañías subieron a la red parte de su trabajo escénico, los profesores comenzaron a dar clases abiertas, formales y continuas desde sus propias especialidades y los bailarines realizaron vídeos más específicos y elaborados para mostrarse en redes que, dependiendo de la creatividad, se hicieron virales.

Y con el tiempo pasó lo que temíamos, después de meses aún no hay certezas para reanudar enteramente el hacer dancístico, así que las instituciones comenzaron a crear estrategias para incentivar la danza desde el aislamiento. Al día de hoy se han lanzado diversas y variadas convocatorias, talleres, concursos, conversatorios, seminarios, cursos, diplomados… La oferta y su ejecución se adaptaron al internet. Pero también hubo consecuencias imprevistas para algunos trabajadores de las artes que no están amparados por un círculo académico o por alguna institución de renombre. Obligados a asimilar lo que sucedería con la danza y a repensarla en estas circunstancias surgieron también nuevas propuestas y espacios que dentro de muchos años, para otras generaciones, serán evidencia de las narrativas alternas acerca de las vivencias y reflexiones de estudiantes, bailarines y docentes en estos momentos pandémicos.

Si buscamos con detenimiento en las diferentes plataformas podemos encontrar distintas opciones sobre danza folclórica que podemos ver o escuchar desde casa. Algunas de ellas son: Danza para llevar (podcast), Arte, Cultura y Distancia (charlas pandémicas entre estudiantes de educación superior), Festival Internacional de Danza Folclórica “Los colores del Mundo” (muestras, encuentros, conversatorios) y hasta un reality show, “Folklor Espectáculo”, este último como muestra de las posibilidades de seguir haciendo danza a pesar de la distancia y bajo un formato que hace posible trasladarla al espacio virtual.

La premisa y la convocatoria para participar en “Folklor Espectáculo” está lejos de cualquier otra propuesta. Diez parejas de dieciséis años de edad en adelante fueron puestos a competir durante varias semanas en las que pusieron en juego sus habilidades, conocimientos, recursos y su creatividad para cumplir con los retos semanales y en las que pudimos ver pequeñas historias danzadas en vídeo corto. En el resultado final se observa algo muy distinto a todos los concursos hechos en línea, por lo que considero importante revisar su pertinencia y su valor.

Iván Camacho y David Cázares son los creadores, a ellos les debemos la puesta en marcha de esta idea y, como organizadores, no debemos pasar por alto la labor de diseño, coordinación, edición y gestión de un proyecto que estratégicamente surge en medio de la pandemia y que seguramente sobrevivirá a ella. Por otra parte también hay que reconocer el trabajo de los participantes como creadores de contenido, que si bien nos mostraron sus destrezas como bailarines, también tuvieron que fungir como camarógrafos, actores, editores, guionistas, coreógrafos, vestuaristas, escenógrafos, productores, arreglistas, maquillistas, estilistas, iluminadores y cualquier otro oficio desempeñado para llegar a los resultados sorprendentes de los vídeos finales. Ofrecieron pues al espectador bastante qué observar y cosas de las qué aprender.

Entre lo que podemos tomar como ejemplo de este proyecto bien logrado son los convenios hechos con otras páginas y con los patrocinadores para su puesta en marcha. Para una mejor proyección entre los ‘folcloristas’ y mayor alcance en redes se aliaron de la página facebookera “Folklore: Mis Ojos y Mi Voz” que tiene más de 700 000 seguidores, garantizando una amplia cobertura dentro del público afín al folclore mexicano, razón por la cual los patrocinadores también se fueron sumando; desde marcas de calzado para danza hasta diseñadores y vestuaristas, encontraron un espacio para promocionarse y hacerse presentes de manera efectiva. Los bailarines, además, tuvieron una visibilidad importante en redes, no solo como expositores de su trabajo, sino que durante cada participación dejaban a consideración del público un número de cuenta en el cual se podía realizar una aportación voluntaria en caso de querer apoyar a su pareja favorita. También resultó ser un espacio para conocer a especialistas de ciertos repertorios o en ciertas áreas de la danza que fueron invitados con la finalidad de evaluar y dar una retroalimentación a los participantes, así no solo se hizo referencia a algunos nombres reconocidos de ciertos estados, sino que pudimos ver su rostro y saber de alguna manera su visión de la danza.

A decir verdad no es un reality en el sentido estricto del término, que apela a los shows de telerrealidad, los cuales tienen como característica principal el seguimiento y transmisión de situaciones en vivo sin un guión previo, más bien es un concurso novedoso bajo un formato que puede recibir un nombre propio tomando en cuenta la plataforma para la que está hecha. No, definitivamente no es un ‘Bailando por un sueño folclórico’, y eso se agradece, están lejos del morbo de ese tipo de programas y del protagonismo de un jurado calificador que se dedica a enjuiciar antes que a evaluar.

Seguramente como cualquier innovación, será menospreciado y mal visto por algunos académicos, intelectuales y puristas de la danza por lo que, si se animan a verlo, los invito a hacerlo sin prejuicios y desde una mirada crítica que permita distinguir sus alcances y valores tomando siempre en cuenta las circunstancias en las que surge. Particularmente pongan atención a los dos capítulos previos a la final donde pudimos conocer acerca del proceso creativo de cada pareja y de todo el trabajo que hay detrás de una puesta en escena, aprendizajes sobre la danza escénica expresados por los propios participantes.

Si bien claramente los niveles de producción en la ejecución de una idea fueron creciendo con cada capítulo hasta la final, queda pendiente explorar nuevas disyuntivas de creación escénica lejos del discurso nacionalista y/o costumbrista que caracterizó la competencia, lo que dejaría la puerta abierta para otras oportunidades discursivas desde la danza folclórica que puedan concretarse bajo ese mismo formato, así como han reivindicado la palabra espectáculo lejos de cualquier peyorativo. Si están interesados en participar o para los que aseguran pudieron haberlo hecho mejor, estén al pendiente de la próxima convocatoria.

Desde esta revisión todos salimos ganando, los creadores, las parejas involucradas, el jurado, los patrocinadores, y por supuesto, los espectadores. Si ya lo vieron espero hayan encontrado algún valor que los represente y si no, pueden disfrutar de “Folklor Espectáculo” desde su página en YouTube dando click aquí.



 

 

¿Bailar o no bailar con Los Tigres del Norte? ¿Ser o no ser un pordiosero de la danza?

‘Caimanear’ es una práctica normalizada en el mundo de la danza folclórica, aunque no está reconocido por la RAE, es un verbo de uso común q...