Para
todos los que nos dedicamos a las artes escénicas la pandemia ha sido un duro
golpe que cambió radicalmente nuestras actividades habituales, no solo tuvimos
que parar y ponernos en confinamiento, además hemos lidiado con la
incertidumbre de saber cuándo regresaremos y en qué condiciones.
Al
principio no imaginábamos que esto duraría mucho más de lo deseado, así que
había un ánimo de no querer parar, de pensar la cuarentena como una simple
pausa de la que retornaríamos pronto, por lo que de alguna manera la danza folclórica
continuó. Las escuelas y agrupaciones adaptaron sus clases a distancia, muchos
profesores compartieron su danza en transmisiones en vivo y los bailarines mostraron sus entrenamientos y coreografías en redes sociales. Tal pareciera que
tener visibilidad en esos medios fue paliativo para sentir que de alguna manera
seguíamos estando presentes.
Más
adelante, cuando la cuarentena daba síntomas de ser más extensa de lo que se pronosticó
en un principio, la danza continuó a manera de acompañamiento en el encierro. Las
compañías subieron a la red parte de su trabajo escénico, los profesores
comenzaron a dar clases abiertas, formales y continuas desde sus propias especialidades
y los bailarines realizaron vídeos más específicos y elaborados para mostrarse
en redes que, dependiendo de la creatividad, se hicieron virales.
Y
con el tiempo pasó lo que temíamos, después de meses aún no hay certezas para
reanudar enteramente el hacer dancístico, así que las instituciones comenzaron
a crear estrategias para incentivar la danza desde el aislamiento. Al día de
hoy se han lanzado diversas y variadas convocatorias, talleres, concursos, conversatorios,
seminarios, cursos, diplomados… La oferta y su ejecución se adaptaron al
internet. Pero también hubo consecuencias imprevistas para algunos trabajadores de
las artes que no están amparados por un círculo académico o por alguna institución
de renombre. Obligados a asimilar lo que sucedería con la danza y a repensarla
en estas circunstancias surgieron también nuevas propuestas y espacios que
dentro de muchos años, para otras generaciones, serán evidencia de las
narrativas alternas acerca de las vivencias y reflexiones de estudiantes,
bailarines y docentes en estos momentos pandémicos.
Si
buscamos con detenimiento en las diferentes plataformas podemos encontrar
distintas opciones sobre danza folclórica que podemos ver o escuchar desde
casa. Algunas de ellas son: Danza para llevar (podcast), Arte, Cultura y Distancia (charlas pandémicas entre estudiantes
de educación superior), Festival Internacional de Danza
Folclórica “Los colores del Mundo” (muestras, encuentros, conversatorios) y
hasta un reality show, “Folklor Espectáculo”, este último como muestra de las
posibilidades de seguir haciendo danza a pesar de la distancia y bajo un
formato que hace posible trasladarla al espacio virtual.
La
premisa y la convocatoria para participar en “Folklor Espectáculo” está lejos
de cualquier otra propuesta. Diez parejas de dieciséis años de edad en adelante
fueron puestos a competir durante varias semanas en las que pusieron en juego
sus habilidades, conocimientos, recursos y su creatividad para cumplir con los
retos semanales y en las que pudimos ver pequeñas historias danzadas en vídeo
corto. En el resultado final se observa algo muy distinto a todos los concursos
hechos en línea, por lo que considero importante revisar su
pertinencia y su valor.
Iván
Camacho y David Cázares son los creadores, a ellos les debemos la puesta en
marcha de esta idea y, como organizadores, no debemos pasar por alto la labor
de diseño, coordinación, edición y gestión de un proyecto que estratégicamente surge
en medio de la pandemia y que seguramente sobrevivirá a ella. Por otra parte también
hay que reconocer el trabajo de los participantes como creadores de contenido,
que si bien nos mostraron sus destrezas como bailarines, también tuvieron que
fungir como camarógrafos, actores, editores, guionistas, coreógrafos, vestuaristas,
escenógrafos, productores, arreglistas, maquillistas, estilistas, iluminadores
y cualquier otro oficio desempeñado para llegar a los
resultados sorprendentes de los vídeos finales. Ofrecieron pues al espectador
bastante qué observar y cosas de las qué aprender.
Entre
lo que podemos tomar como ejemplo de este proyecto bien logrado son los convenios
hechos con otras páginas y con los patrocinadores para su puesta en marcha. Para
una mejor proyección entre los ‘folcloristas’ y mayor alcance en redes se
aliaron de la página facebookera “Folklore: Mis Ojos y Mi Voz” que tiene más de
700 000 seguidores, garantizando una amplia cobertura dentro del público afín
al folclore mexicano, razón por la cual los patrocinadores también se fueron
sumando; desde marcas de calzado para danza hasta diseñadores y vestuaristas, encontraron un espacio para promocionarse y hacerse presentes de manera
efectiva. Los bailarines, además, tuvieron una visibilidad importante en redes,
no solo como expositores de su trabajo, sino que durante cada participación
dejaban a consideración del público un número de cuenta en el cual se podía
realizar una aportación voluntaria en caso de querer apoyar a su pareja
favorita. También resultó ser un espacio para conocer a especialistas de
ciertos repertorios o en ciertas áreas de la danza que fueron invitados con la
finalidad de evaluar y dar una retroalimentación a los participantes, así no
solo se hizo referencia a algunos nombres reconocidos de ciertos estados, sino
que pudimos ver su rostro y saber de alguna manera su visión de la danza.
A
decir verdad no es un reality en el
sentido estricto del término, que apela a los shows de telerrealidad, los
cuales tienen como característica principal el seguimiento y transmisión de
situaciones en vivo sin un guión previo, más bien es un concurso novedoso bajo
un formato que puede recibir un nombre propio tomando en cuenta la plataforma
para la que está hecha. No, definitivamente no es un ‘Bailando por un sueño
folclórico’, y eso se agradece, están lejos del morbo de ese tipo de programas
y del protagonismo de un jurado calificador que se dedica a enjuiciar antes que
a evaluar.
Seguramente
como cualquier innovación, será menospreciado y mal visto por algunos
académicos, intelectuales y puristas de la danza por lo que, si se animan a
verlo, los invito a hacerlo sin prejuicios y desde una mirada crítica que
permita distinguir sus alcances y valores tomando siempre en cuenta las
circunstancias en las que surge. Particularmente pongan atención a los dos capítulos
previos a la final donde pudimos conocer acerca del proceso creativo de cada
pareja y de todo el trabajo que hay detrás de una puesta en escena,
aprendizajes sobre la danza escénica expresados por los propios participantes.
Si
bien claramente los niveles de producción en la ejecución de una idea fueron
creciendo con cada capítulo hasta la final, queda pendiente explorar nuevas
disyuntivas de creación escénica lejos del discurso nacionalista y/o
costumbrista que caracterizó la competencia, lo que dejaría la puerta abierta
para otras oportunidades discursivas desde la danza folclórica que puedan concretarse bajo ese mismo
formato, así como han reivindicado la palabra
espectáculo lejos de cualquier peyorativo. Si están interesados en participar o para los que
aseguran pudieron haberlo hecho mejor, estén al pendiente de la próxima
convocatoria.
Desde esta revisión todos salimos ganando, los creadores, las parejas involucradas, el jurado, los patrocinadores, y por supuesto, los espectadores. Si ya lo vieron espero hayan encontrado algún valor que los represente y si no, pueden disfrutar de “Folklor Espectáculo” desde su página en YouTube dando click aquí.
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