jueves, 3 de septiembre de 2020

"Folklor Espectáculo", el reality que no es reality.

 

Para todos los que nos dedicamos a las artes escénicas la pandemia ha sido un duro golpe que cambió radicalmente nuestras actividades habituales, no solo tuvimos que parar y ponernos en confinamiento, además hemos lidiado con la incertidumbre de saber cuándo regresaremos y en qué condiciones.

Al principio no imaginábamos que esto duraría mucho más de lo deseado, así que había un ánimo de no querer parar, de pensar la cuarentena como una simple pausa de la que retornaríamos pronto, por lo que de alguna manera la danza folclórica continuó. Las escuelas y agrupaciones adaptaron sus clases a distancia, muchos profesores compartieron su danza en transmisiones en vivo y los bailarines mostraron sus entrenamientos y coreografías en redes sociales. Tal pareciera que tener visibilidad en esos medios fue paliativo para sentir que de alguna manera seguíamos estando presentes.

Más adelante, cuando la cuarentena daba síntomas de ser más extensa de lo que se pronosticó en un principio, la danza continuó a manera de acompañamiento en el encierro. Las compañías subieron a la red parte de su trabajo escénico, los profesores comenzaron a dar clases abiertas, formales y continuas desde sus propias especialidades y los bailarines realizaron vídeos más específicos y elaborados para mostrarse en redes que, dependiendo de la creatividad, se hicieron virales.

Y con el tiempo pasó lo que temíamos, después de meses aún no hay certezas para reanudar enteramente el hacer dancístico, así que las instituciones comenzaron a crear estrategias para incentivar la danza desde el aislamiento. Al día de hoy se han lanzado diversas y variadas convocatorias, talleres, concursos, conversatorios, seminarios, cursos, diplomados… La oferta y su ejecución se adaptaron al internet. Pero también hubo consecuencias imprevistas para algunos trabajadores de las artes que no están amparados por un círculo académico o por alguna institución de renombre. Obligados a asimilar lo que sucedería con la danza y a repensarla en estas circunstancias surgieron también nuevas propuestas y espacios que dentro de muchos años, para otras generaciones, serán evidencia de las narrativas alternas acerca de las vivencias y reflexiones de estudiantes, bailarines y docentes en estos momentos pandémicos.

Si buscamos con detenimiento en las diferentes plataformas podemos encontrar distintas opciones sobre danza folclórica que podemos ver o escuchar desde casa. Algunas de ellas son: Danza para llevar (podcast), Arte, Cultura y Distancia (charlas pandémicas entre estudiantes de educación superior), Festival Internacional de Danza Folclórica “Los colores del Mundo” (muestras, encuentros, conversatorios) y hasta un reality show, “Folklor Espectáculo”, este último como muestra de las posibilidades de seguir haciendo danza a pesar de la distancia y bajo un formato que hace posible trasladarla al espacio virtual.

La premisa y la convocatoria para participar en “Folklor Espectáculo” está lejos de cualquier otra propuesta. Diez parejas de dieciséis años de edad en adelante fueron puestos a competir durante varias semanas en las que pusieron en juego sus habilidades, conocimientos, recursos y su creatividad para cumplir con los retos semanales y en las que pudimos ver pequeñas historias danzadas en vídeo corto. En el resultado final se observa algo muy distinto a todos los concursos hechos en línea, por lo que considero importante revisar su pertinencia y su valor.

Iván Camacho y David Cázares son los creadores, a ellos les debemos la puesta en marcha de esta idea y, como organizadores, no debemos pasar por alto la labor de diseño, coordinación, edición y gestión de un proyecto que estratégicamente surge en medio de la pandemia y que seguramente sobrevivirá a ella. Por otra parte también hay que reconocer el trabajo de los participantes como creadores de contenido, que si bien nos mostraron sus destrezas como bailarines, también tuvieron que fungir como camarógrafos, actores, editores, guionistas, coreógrafos, vestuaristas, escenógrafos, productores, arreglistas, maquillistas, estilistas, iluminadores y cualquier otro oficio desempeñado para llegar a los resultados sorprendentes de los vídeos finales. Ofrecieron pues al espectador bastante qué observar y cosas de las qué aprender.

Entre lo que podemos tomar como ejemplo de este proyecto bien logrado son los convenios hechos con otras páginas y con los patrocinadores para su puesta en marcha. Para una mejor proyección entre los ‘folcloristas’ y mayor alcance en redes se aliaron de la página facebookera “Folklore: Mis Ojos y Mi Voz” que tiene más de 700 000 seguidores, garantizando una amplia cobertura dentro del público afín al folclore mexicano, razón por la cual los patrocinadores también se fueron sumando; desde marcas de calzado para danza hasta diseñadores y vestuaristas, encontraron un espacio para promocionarse y hacerse presentes de manera efectiva. Los bailarines, además, tuvieron una visibilidad importante en redes, no solo como expositores de su trabajo, sino que durante cada participación dejaban a consideración del público un número de cuenta en el cual se podía realizar una aportación voluntaria en caso de querer apoyar a su pareja favorita. También resultó ser un espacio para conocer a especialistas de ciertos repertorios o en ciertas áreas de la danza que fueron invitados con la finalidad de evaluar y dar una retroalimentación a los participantes, así no solo se hizo referencia a algunos nombres reconocidos de ciertos estados, sino que pudimos ver su rostro y saber de alguna manera su visión de la danza.

A decir verdad no es un reality en el sentido estricto del término, que apela a los shows de telerrealidad, los cuales tienen como característica principal el seguimiento y transmisión de situaciones en vivo sin un guión previo, más bien es un concurso novedoso bajo un formato que puede recibir un nombre propio tomando en cuenta la plataforma para la que está hecha. No, definitivamente no es un ‘Bailando por un sueño folclórico’, y eso se agradece, están lejos del morbo de ese tipo de programas y del protagonismo de un jurado calificador que se dedica a enjuiciar antes que a evaluar.

Seguramente como cualquier innovación, será menospreciado y mal visto por algunos académicos, intelectuales y puristas de la danza por lo que, si se animan a verlo, los invito a hacerlo sin prejuicios y desde una mirada crítica que permita distinguir sus alcances y valores tomando siempre en cuenta las circunstancias en las que surge. Particularmente pongan atención a los dos capítulos previos a la final donde pudimos conocer acerca del proceso creativo de cada pareja y de todo el trabajo que hay detrás de una puesta en escena, aprendizajes sobre la danza escénica expresados por los propios participantes.

Si bien claramente los niveles de producción en la ejecución de una idea fueron creciendo con cada capítulo hasta la final, queda pendiente explorar nuevas disyuntivas de creación escénica lejos del discurso nacionalista y/o costumbrista que caracterizó la competencia, lo que dejaría la puerta abierta para otras oportunidades discursivas desde la danza folclórica que puedan concretarse bajo ese mismo formato, así como han reivindicado la palabra espectáculo lejos de cualquier peyorativo. Si están interesados en participar o para los que aseguran pudieron haberlo hecho mejor, estén al pendiente de la próxima convocatoria.

Desde esta revisión todos salimos ganando, los creadores, las parejas involucradas, el jurado, los patrocinadores, y por supuesto, los espectadores. Si ya lo vieron espero hayan encontrado algún valor que los represente y si no, pueden disfrutar de “Folklor Espectáculo” desde su página en YouTube dando click aquí.



 

 

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